Orestes (mini cuento)
La alegría le invadió el alma cuando se abrió aquella puerta. Él entró en silencio, sin aliento , sin fuerzas, ella entendió a que se debía y la felicidad le estallo por dentro, como estallan tantas otras cosas. Al fin ella podría dormir en paz, y morir sin culpa ni rencor.
Se acercó a su hermano para compartir su alegría, pero al instante en que improvisó un abrazo sus oídos se ensordecieron cuando de sus labios se escapo “aun no le he matado, Elena”.
Ella no reaccionó enseguida pero, cuando lo hizo, fue con amargura, con frialdad, y sin compasión acusó al pobre Orestes por no haber cumplido con su deber de venganza. Y entre tantos maltratos y prejuicios, entro Santiago.
Orestes corrió hacia él y le atravesó una daga, solo por impulso y sin pensarlo bien. Y así pudo dormir en paz Elena.
miércoles, 1 de julio de 2009
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