lunes, 27 de abril de 2009

Malvinas: La guerra que oficializó al rock argentino

Canciones prohibidas durate la dictadura militar. (rock argentino)


En 1982, la guerra de Malvinas cambió para siempre el panorama del rock argentino La trágica jugada guerrera en las Malvinas tuvo como pilar un auge de carácter nacionalista y anti-inglés que permitió que los "enemigos internos" -como los militares consideraban a los jóvenes rockeros- fueran oficializados y bendecidos ante la nueva realidad. Grupos y solistas incluidos en el circuito rockero y de la canción popular que eran prohibidos y perseguidos hasta el extremo de padecer que cada recital tuviera un curso incierto y peligroso para ellos y su público, fueron asimilados y estimulados "gracias" a la prohibición de la música en inglés en las radios y en la TV. Así fue que tanto los rockeros como los cantautores, señalados por "jóvenes" y "extranjerizantes", lograron acceder a un circuito formal que les estaba vedado y hasta pudieron, en medio de la celebración malvinense, colar estéticas y canciones que también cuestionaban la dictadura militar instaurada en 1976. León Gieco patentó como himno "Sólo le pido a Dios" pero también cantó "El país de la libertad"; Pedro y Pablo cuestionaron a Margaret Thatcher en "Señora violencia e hijos" pero no olvidaron "La marcha de la bronca"; y Charly García resumió devastadora ironía y crítica en "No bombardeen Buenos Aires" sin por ello dejar de lado la denuncia de "Inconsciente colectivo" o "Canción de Alicia". En el amplio abanico también salió a la luz Víctor Heredia con "Aquellos soldaditos de plomo" y estrenó (casi en paralelo con la derrota militar) su "Informe de la situación"; mientras que hasta Los Violadores fueron bendecidos por hacer "punk argentino", aunque uno de sus hits fuera el explícito "Represión". El cancionero malvinense tuvo, además de "Sólo le pido a Dios", su hito coyuntural gracias a la entonces difundida "Reina madre", en la que Raúl Porchetto se ponía en la piel de un soldado inglés para relatarle a su majestad británica las vivencias de la guerra en el Atlántico Sur. "...ellos aman este lugar tan lejos de casa / que ni el nombre me acuerdo / pero estamos luchando / pero estamos matando /.../", cantaba el compositor sobre una melodía pletórica de lamentos. La democratización cultural no sólo hizo renacer a los hasta entonces silenciados, sino que posibilitó una apertura federal cuya máxima expresión fue protagonizada por el desembarco de la llamada Trova Rosarina que acompañó la voz de Juan Carlos Baglietto. Ese grupo de artistas integrado por Fito Páez, Rubén Goldín, Silvina Garré, Jorge Fandermole y Adrián Abonizio, entregó canciones como "Mirta, de regreso", "La vida es una moneda" y "El témpano", donde Baglietto cantó el doloroso estribillo: "... / no te pares, no te mates / sólo es una forma más de demorarse / ... /". La brisa desfachatada, testimonial y local se aglutinó en los pocos meses que duró la batalla en Malvinas, pero esa fuerza estética acallada por años también sirvió para apuntalar el previsible y doloroso saldo de la guerra y el inevitable fin del oscuro imperio de la dictadura. Malvinas según "El soldado y la reina de las nieves" Ya sea por el hecho bélico en sí, por su descabellada impronta o por sus trágicos resultados, la guerra de Malvinas no estuvo ni está muy presente en el cancionero argentino, pero el cantautor rosarino Adrián Abonizio incluyó la temática en "El soldado y la reina de las nieves" que formó parte de su tercer álbum "Todo es humo" (2001). Planteada como una historia de amor, asombro, dolor y testimonio, la canción es una llamativa pieza del también autor de varias de las composiciones básicas que interpreta su coterráneo Juan Carlos Baglietto. Adrián Abonizio es mentor de temas como "Dios y el diablo en el taller", "Corazón de barco", "Historia de Mate Cosido", "El témpano" y "Mirta de regreso", por citar sólo algunos de los más conocidos. Esta es la letra de "El soldado y la reina de las nieves": "Podrán dar mil fiestas en mi honor, podrán poner mil frases en canción podrán guardar mi vanidad en un arcón o en un placard pero mi amor se quedó allá, en el mar austral. Tuve una reina de la soledad a cuyo imperio juré fidelidad era plateada como un hada y trabajaba en el oficio más ficticio que es dar amor por una paga. Al estallar la guerra nos separamos yo fui de los primeros convocados éramos tantos y tan pocos, me decía 'estamos locos' 'Vamos ganando' No sé cómo llegué a Montevideo en el uniforme me quedó un olor a perro comí mejor estando preso, por suerte nunca supieron que había matado a uno de ellos. Busqué a la reina en los campos del Neuquén volví al poblado y enseguida me enteré que estaba presa cual princesa en un castillo congelado al patrón había matado, igual que yo. Distinta suerte, distintos los disparos escribo un cuento con las cartas que te mando te esperaré mi amor un siglo, un universo mientras pienso y vendo banderitas con las Islas".

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